Pasiones desconcertantes... Desde el momento en que le vio en la entrada de su dormitorio, Brie Carringdon supo que Dominic Serrault era la clase de hombre acostumbrado a tomar lo que deseaba. Sus ojos grises brillaban como fragmentos de hielo mientras recorrían su cuerpo apenas cubierto, y cuando la acariciaba, su contacto abrasaba su carne inocente con lascivo fuego. Brie gimió de placer… pero después le apartó con manos temblorosas. No podía negarle un refugio con la fría tormenta que azotaba esa noche… ¡pero su hospitalidad no se extendía a la intimidad de su cama!
Deseos innegables... Mientras Dominic contemplaba a la tentadora belleza que estaba descalza y con los ojos como platos delante de él, sonrió con anticipación. Ninguna mujer respetable pasaría la noche sola en un refugio desierto... Seguro que se trataba de la concubina de algún hombre acaudalado aguardando a su amante que se había rezagado por la ventisca. Bien, él se ocuparía de que no estuviera sola en esa oscura noche. Podía imaginársela fácilmente yaciendo ante el fuego, con sus gloriosos rizos rojos extendidos como una alfombra de llamas líquidas y sus lozanos brazos ansiosos por acogerle dentro del calor de su abrazo de terciopelo.
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